| Резюме: |  Aun en estos tiempos de pandemia, donde todo queda cancelado y la cultura cercenada, y auspiciados por una universidad centenaria, el Aula de fotografía de la Universidad de Alcalá con Natalia Garcés al timón ha organizado durante este fin de semana el Quijote Photofest, un encuentro de fotógrafos documentales con un público deseoso de ver y escuchar, en acto presencial guardando todas las medidas sanitarias de rigor y por videoconferencia, a estos profesionales de la fotografía que, cual quijotes, aún reclaman el espacio que la fotografía documental merece. Acogidos entre esos nobles muros, los fotógrafos José Manuel Navia, Manu Bravo, Ana Palacios, Hanna Jarzabeck, Ofelia de Pablo, Javier Zurita, Walter Astrada y Marius Ionut Scarlat han ido desgranando foto a foto sus trabajos más elocuentes ante la concurrencia que allí se daba, mientras en el patio central del Colegio Mayor de San Ildefonso, se expone la obra fotográfica «Ases del Coronavirus», retratos de héroes anóminos en tiempos de pandemia realizado por Nacho Izquierdo así como un concurso para fotógrafos noveles de menos de cuarenta años.
Ofelia de Pablo y Javier Zurita
«Lo que debe entrar en la universidad es la cultura fotográfica. No se trata de fabricar fotógrafos ni de fabricar "fotolibros", que está muy bien, se trata sobre todo de que cualquier persona culta sienta con vergüenza que no sabe de fotografía, porque alguien que no sabe de fotografía es menos culto que el que sí sabe». Con esta rotundidad, José Manuel Navia inauguraba el Photofest en la majestuosidad del Paraninfo -donde se han dado los premios Cervantes de las Letras exceptuando este año cancelado por la pandemia- ante la presencia del alcalde de Alcalá de Henares, Javier Rodríguez Palacios, el rector de dicha universidad, José Vicente Saz Pérez y José Raúl Fernández del Castillo, delegado del Rector para la cultura, la ciencia y la cooperación. «Por eso el apoyo de la Universidad de Alcalá a la fotografía es una propuesta honesta y seria para resolver ese problema», remata Navia, que sí sabe de fotografía e introduce al público en su conferencia «Tierra Nativa» los nombres de autores que hace casi un siglo iniciaron la corriente documentalista como Walker Evans, Paul Strand, Robert Frank, Dorotea Lange, todos ellos piedras angulares de la fotografía moderna. Navia, apegado a la memoria y al territorio, mostró más adelante sus trabajos más recientes, donde sigue los pasos de Cervantes para «tomar prestada» por un momento la visión que pudo tener el creador de El Quijote.
Hanna Jarzabeck
Manu Bravo es otro de los fotógrafos que desplegaron ante el auditorio un trabajo de más de una década en conflictos bélicos. Premio Pulitzer en 2013 por su afilado trabajo, fue retenido en Libia casi dos meses por tropas leales al dictador Gadafi y liberado con ayuda de plataformas ciudadanas que presionaron al gobierno español. Trabaja principalmente para medios extranjeros «ya que aquí, en España, los medios no han entendido la importancia que tiene la fotografía y el cómo cuidar a esos fotógrafos que se juegan el pellejo en las guerras», dándole la crisis por la pandemia más trabajo del esperado dentro del colectivo CovidPhotoDiaries.
Ana Palacios, periodista y fotógrafa especializada en Derechos Humanos expuso sus trabajos de larga duración «Albino» que trata sobre la desprotección que sufren en África las personas con albinismo y su exclusión social, su ensayo «Las Habitantes» que le ha llevado diez años realizar sobre la exclusión que sufren también muchas niñas en tres continentes por su condición, así como «Santus» sobre los santuarios de animales en Cataluña.
Ana Palacios
La polaca residente en España desde hace tiempo Hanna Jarzabeck expuso un sólido trabajo sobre Transnistria, un estado que no es reconocido como tal encajado entre Moldavia y Ucrania, que quedó paralizado en el tiempo tras la caída del bloque soviético así como sus ensayos sobre la transexualidad o la situación social de su país de origen que acumula tensiones a paso lento pero firme.
El fotógrafo documental Marius Ionut Scarlat, que aun no habiendo cumplido los treinta años ya se ha hecho un hueco en el documentalismo y Walter Astrada, ganador de tres premios World Press Photo, mostró por videoconferencia desde Bolivia todo su recorrido fotográfico que le ha llevado a cubrir conflictos por los cinco continentes y el proyecto quizás más importante de su carrera: un viaje alrededor del mundo en su moto Royal Enfield.
Guillermo Navarro
Para cerrar el evento de ponencias los documentalistas multimedia Ofelia de Pablo y Javier Zurita, que navegan con soltura entre la fotografía y el vídeo documental, mostraron sus trabajos sobre la trata de niñas en Nepal, el trabajo multimedia «El corazón humano de Doñana» promovido por la WWF, un reportaje fotográfico de reciente producción sobre el impacto del Coronavirus en las «huertas de plástico» de Almería publicado en el diario británico «The Guardian» y su trabajo «Sharing the Land», un documental sobre el lobo que ha sido seleccionado en el Wildscreen Festival, los «oscars» de las películas documentales de naturaleza.
«Acabo de ver el trabajo de un fotógrafo de veinte años y es descomunal, ¡qué gran nivel! Las nuevas generaciones vienen cargadas de cultura visual» -comenta Ana Palacios durante el visionado de los portfolios del domingo-. Y así es; nuevas hornadas de fotógrafos salen año tras año dando una vuelta de tuerca a la fotografía documental y, en muchos casos, dándose de bruces contra una realidad obstinada en la que la crisis, el número menguante de medios de comunicación donde publicar y lo precario de las contraprestaciones hace que este oficio sea un imposible para buena parte de esos fotógrafos en ciernes.
Guillermo Navarro
Pero aún se sigue necesitando en una sociedad sana voces que narren, imágenes que muestren el dónde y el cómo vivimos desde la visión de los documentalistas. Quizás pueda ser una batalla perdida, pero como dijo Navia una vez: «Las batallas perdidas, sin duda, son las más hermosas». |