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Cuando el PSOE juró imitar a Lenin y convertir España en la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas

Резюме:La diivisión ha sido una constante a lo largo de la historia del PSOE. Son bien conocidos los casos en los que esa quiebra dio paso a la escisión, como ocurrió a finales del siglo XIX con el enfrentamiento entre su fundador, Pablo Iglesias, y Antonio García Quejido. O el caso de los «terceristas» en 1921, que abandonaron la formación y fundaron el Partido Comunista Obrero Español (PCOE). Durante la dictadura de Primo de Rivera, el partido se dividió también entre los que se negaban a colaborar con el régimen, como Indalecio Prieto, y los partidarios de colaborar con él, como Francisco Largo Caballero. Este último, protagonista de nuestro reportaje, tuvo siempre como prioridad la construcción del socialismo en España, aunque este tuviera que producirse en contextos no democráticos. Esa fue la cuestión que produjo la división más profunda dentro del PSOE durante la Segunda República. «En la base del conflicto se encontraba la caracterización de la democracia republicana que estas tendencias habían preestablecido y que irá poniéndose de manifiesto ahora», aseguran Sergio Valero y Aurelio Martí , profesores de la Universidad de Valencia, en su artículo «División socialista e identidad nacional en el PSOE de la Segunda República». Parece que no todo el socialismo iba a contentarse simplemente con la proclamación del nuevo régimen y la salida del Rey Alfonso XIII. Este hecho no era más que el inicio de una nueva etapa con el objetivo final de aplicar todas las medidas que los diferenciaban de los otros partidos políticos de izquierdas. Para Largo Caballero, ministro de Trabajo entre 1931 y 1932 y representante de la corriente más revolucionaria dentro del PSOE, la democracia era lo que el historiador Santos Juliá definió como la «estación de tránsito hacia el socialismo». Como si la ideología estuviera por encima del mismo régimen democrático y este no fuera más que el medio necesario para lograr su ideal socialista. «Utilizaremos la fuerza si es necesario» Un ideal que Largo Caballero proyectó en lo que sería la versión española de la URSS, bautizada como la Unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas (o Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas, según la fuente consultada). Así lo expresó en numerosas ocasiones durante la Segunda República. Sobre todo, después de que el PSOE perdiera el poder en septiembre de 1933, en favor de la coalición de los radicales de Alejandro Lerroux con la CEDA de José María Gil-Robles. En 1935 todavía insistía en la insurrección armada para tomar el poder en España y declarar los soviets siguiendo el modelo impuesto por Lenin. Una época en la que Stalin ya se había convertido en un dictador de facto. Así lo confesó durante una entrevista con Edward Knoblaugh, periodista de Associated Press, desde la Cárcel Modelo de Madrid, donde permanecía preso como cabecilla de la Revolución de 1934: «Todo el orden existente va a transformarse [...] Dentro de cinco años, la República estará de tal forma organizada que a mi partido le resultará fácil utilizarla como escalón para conseguir nuestro objetivo. Nuestra meta es una Unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas. La Península Ibérica volverá a ser un gran país. Portugal se incorporará a nosotros, confiamos que pacíficamente, pero utilizaremos la fuerza si es necesario. ¡Detrás de estas rejas tiene usted al futuro amo de España! Lenin ha declarado que España sería la segunda República Soviética de Europa, y su profecía será una realidad. Yo seré el segundo Lenin que lo hará realidad». La entrevista fue ampliamente difundida en los medios de Estados Unidos y no era simple retórica. Largo Caballero estaba convencido de que el modelo de la URSS llegaría a España más pronto que tarde. La razón es que la República era concebida y apoyada por estos socialistas en la medida que tenía un objetivo fundamental: la existencia de un Gobierno con «clara orientación progresista», que arranque «conquistas políticas y económicas que faciliten y atenúen la llegada inevitable y gloriosa de la civilización socialista». «Soluciones de tipo socialista» Tal y como apunta Valero en su libro «Republicanos con la monarquía, socialistas con la República» (Universidad de Valencia, 2015): «Destacaban que la democracia era para ellos un simple medio y, dentro de su ortodoxia marxista, habían escogido el camino de respetar las normas que esta imponía, pues la consideraban la más eficaz “para nuestras realizaciones doctrinales”. Pero recordaban que podían perfectamente cambiar de táctica, aunque no lo harían siempre que la República siguiera aplicando “soluciones de tipo socialista”». Los que se situaban más cerca de la visión de Indalecio Prieto pensaban que el régimen republicano era un valor en sí mismo que el PSOE tenía la obligación de conservar. Sus reglas jamás debían ser quebrantadas, defendían, pero lo cierto es que la postura radical tuvo más apoyo del que pueda imaginarse. Entre la postura de Prieto y la de Largo Caballero, de hecho, había puntos en común, hasta el punto de que el primero suscribió el programa revolucionario del segundo y lo publicó en «El Liberal»: nacionalización de la tierra, prohibición de las órdenes religiosas, la disolución de la Guardia Civil... Un programa que, además, se aplicaría mediante decretos gubernamentales, pues los socialistas no contaban con mayoría suficiente en las Cortes. La idea de convertir a España en la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas tuvo su eco en la prensa de la época y en los discursos públicos de algunos políticos antes, incluso, de 1933. En el II Congreso de la Federación Comunista Catalano-Balear, celebrada en 1932, Joaquín Maurín (dirigente de la CNT y del POUM) y Jordi Arquer (fundador del Bloque Obrero y Campesino) convirtieron este objetivo en la tesis de su organización. Querían emular a toda costa lo que los bolchevique habían hecho al sustituir el viejo imperio zarista por la URSS. Como si fuera la misma cosa, defendían liquidar el «Estado imperialista español» para dar vida a esta Unión Soviética ibérica, que sería más grande que España, y en la que se «reincorporará Portugal y se redimirá Gibraltar del vasallaje del imperialismo británico». Así lo proclamó el mismo Largo Caballero poco después en un mitin en Madrid, ante las masas enardecidas y delante de un retrato de Lenin. «La segunda URSS» El diario «El Siglo Futuro» publicó en septiembre de 1934 un texto titulado directamente «La segunda URSS». «Un artículo sensacional del diario lisbonense “O Século” no solo confirma el intento social-azañista revolucionario de España, sino que revela un plan más vasto: constituir una URSS ibérica. Una vez instalado el marxismo bolchevique en Portugal, se haría lo mismo en España. Se nota inmediatamente la razón de la virulencia separatista en Cataluña y el País Vasco, y se entiende mejor por qué no han sentido repugnancia ni tenido inconveniente los separatistas vascos en aliarse con los extremistas revolucionarios. En la URSS ibérica, Cataluña y Vasconia serían dos repúblicas confederadas. Unidas a la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas, su independencia antihispánica sería un hecho». Ese mismo año, el candidato del PSOE por Segovia, Rodolfo Obregón, lo expresaba así en «Renovación», la revista oficial de la Federación de Juventudes Socialistas de España: «El movimiento que anhela la República social necesitará unidad geográfica, que hay que desencadenar a la vez en todos los puntos de la Península Ibérica, incluso en Portugal. Los trabajadores de ese pueblo hermano no deben soportar más dictaduras burguesas al servicio de Inglaterra. Portugal tiene un puesto a nuestro lado en la revolución social y hay que ofrecérselo sin regateos para constituir una verdadera Unión socialista de la península. Para diferenciarla de la URSS y guardar al mismo tiempo con ella la oportuna y estratégica simetría, podría llamarse “Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas”». No podemos pasar por alto que cuando Largo Caballero y compañía comenzaron a defender esa Unión Soviética a la española, Stalin ya había provocado la muerte de más de siete millones de inocentes en Ucrania durante el «Holodomor». Un periodo terrorífico que comenzó con el primer plan quinquenal (1928-1932) del dictador ruso, cuyo objetivo era imponer sobre el campesinado la completa colectivización de sus tierras (en 1930, ya lo eran más del 90%). Es casi imposible que el histórico líder socialista español no estuviera al tanto de estas atrocidades, pues incluso ABC había publicado, en 1933, una carta de la hija de Tolstoi que denunciaba esta situación: «Desde hace quince años, el pueblo ruso padece esclavitud, hambre y frío. El Gobierno bolchevique sigue oprimiéndole y le arrebata su trigo y otros productos que envía al extranjero porque necesita dinero. Lo hace no sólo para comprar maquinaria, sino para hacer la propaganda comunista en el mundo entero. Y si los campesinos protestan y ocultan el trigo para sus familias hambrientas, se les fusila». A pesar de ello, la idea de una Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas siguió en la cabeza de Largo Caballero durante la Guerra Civil española, como demuestra la correspondencia que mantuvo con Stalin desde 1937. En una de sus primeras cartas, el genocida ruso le pidió que realizara un esfuerzo por aparentar cierto parlamentarismo y ambiente democrático en España, pero el líder del PSOE negó que fuera necesario mantener esa farsa: «La institución parlamentaria, entre nosotros [los socialistas], incluso entre los republicanos, no tiene partidarios entusiastas», respondió.
Посилання:https://www.abc.es/historia/abci-cuando-psoe-juro-imitar-lenin-y-convertir-espana-union-republicas-socialistas-ibericas-202007292315_noticia.html
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Дата публікації:30.07.2020 0:15:45
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Категорії (оригінал):Historia
Додано:30.07.2020 2:03:04




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