| Резюме: |  En el aeropuerto de Linate, al que se llega después de trampear por las empedradas calles de Milán en esa manera tan alocada y particular de conducir que tienen los taxistas lombardos, un veterano periodista, de los que lleva más de media vida en esto, resume a la perfección lo que ha sido esta semana italiana para España: «Nos vamos sin copa, pero volvemos con un equipo». Lo suelta así, en primera persona, recuperada la sensación de pertenencia porque cuando las cosas van bien y el viento sopla a favor se habla de ‘nosotros’, el ‘yo ya lo dije’ tan oportunista, a veces, de los reporteros del fútbol. Efectivamente, España regresaba a Madrid el lunes de madrugada con un disgusto serio porque se perdió una final, pero con la sensación de que se acortan los plazos de esta selección que estaba programada para competir, ya no se habla de brillar, en el Mundial de Catar 2022. Un Mundial, por cierto, que todavía hay que pelear porque en un mes se discute sobre la clasificación para esa cita contra Grecia y Suecia, que este martes se enfrentan entre ellas en Solna y que tienen ese grupo al rojo vivo.
España ha regalado un 2021 inesperado, con una semifinal de Eurocopa muy merecida (ahí, incluso, se hizo más que Italia para llegar a la final) y esta sensación perdida de luchar por los títulos, algo que no sucedía desde 2013 en la Copa Confederaciones. Es verdad que ha habido tardes de bostezos y zarandeos inesperados como el de Suecia en la mencionada fase de clasificación, y es verdad que seguramente habrá más tardes así por la propia naturaleza de este equipo tan joven e inexperto, pero es igualmente cierto que el combinado nacional ha aprendido a comportarse como un equipo y que siempre, siempre, siempre compite, especialmente contra las grandes selecciones. En esta Liga de las Naciones, se goleó por el camino a Alemania (6-0 en Sevilla), se ganó a Italia con muy buena nota en las semifinales (2-1) y se perdió contra Francia solo por el arrebato de dos bestias como Benzema y Mbappé (1-2) y de la interpretación absurda de una regla, la del fuera de juego, que penalizó todo lo bueno que se hizo antes.
A la selección le acompaña estos días una catarata de adjetivos, casi todos buenos y tan sentidos. Orgullo, honor, valentía, arrojo, actitud… Es parte de la obra de Luis Enrique, incuestionable líder de un proyecto que funciona y que tiene buena pinta, pese a que el propio entrenador se encargue a veces de poner distancias ofreciendo una cara de vinagre que echa para atrás. «Quiero una Cartuja a reventar», reclamó en el césped de San Siro, pidiendo apoyo a una afición que viene y va, siempre al calor del resultado y a vueltas con esa actitud cortante del que manda. Porque sigue habiendo gente que no acaba de subirse a este tren precisamente por Luis Enrique, y no solo gente del Madrid.
25,2 años de media
Al término de la Eurocopa, a Luis Rubiales, el presidente de la Federación que lleva un tiempo en un segundo plano esquivando los charcos, se le escapó que España, su plan, estaba confeccionada para competir en Catar, que es cuando termina el contrato de Luis Enrique (firmó hasta ahí sin tener la clasificación cerrada, algo poco habitual en la tendencia meritocrática de la RFEF implantada en tiempos de Ángel María Villar). El asturiano, ambicioso por naturaleza, siempre ha asumido el favoritismo y no lo ha rechazado jamás, muy llamativo que él mismo fuera el que colocara a la selección en la terna de candidatas de la última Euro. Viendo la confección de la plantilla, y en contraste con los otros países, más de uno pensó que estaría de vacile.
La España que se va con la plata de Italia tiene una media de 25,2 años, con mucho la más joven de las cuatro clasificadas (fue la cuarta en la Eurocopa, con 26,5, solo por detrás de Turquía, Inglaterra, Gales y Ucrania). Se ha consagrado un chaval como Gavi, que ni siquiera puede conducir ni todavía tiene derecho a voto (17 años y dos meses). Y Yeremy Pino, 18 primaveras, se piensa que está jugando con sus amigos en el parque, tan alegre y descarado es el canario. Faltaba Pedri, candidato incluso al Balón de Oro después de su enorme temporada pasada, y está en disposición de volver Ansu Fati, al que esperan con los brazos abiertos en Las Rozas porque consideran que es el futbolista que hará de este equipo un candidato a todo. Cuando el cuerpo técnico, en la intimidad, habla de él y de sus virtudes cuesta no emocionarse.
Aunque ayer reinaba una sensación muy grata, desde las entrañas del vestuario se pedía cierta prudencia. «Aún no estamos en el Mundial. Eso sí que es una final», se insistía con el freno de mano, aunque inmediatamente después se hablaba de Catar como si fuera el escenario propicio para que este grupo estalle. Porque la mejor noticia es que ese torneo se celebra en un año, solo un año, y la base es lo suficientemente estable como para pensar con optimismo, como para pensar que efectivamente no hay copa, pero sí equipo. Para colmo, a Luis Enrique le corresponden todos los jugadores y ya maneja una cartera de unos 40 nombres (la criba de la Euro la hizo con 49 fichas sobre la mesa). No hay estrellas, ningún futbolista de España está en el top del fútbol mundial, pero once juntos suman más que uno, por mucho que sea el mejor. Los 23 de la Liga de las Naciones han cumplido con nota y ahí siguen los lesionados Morata, Gerard Moreno, Marcos Llorente, Alba, Gayà, Carvajal… España está casi lista, solo le falta un pasito, pero aprende rápido. |