| Резюме: |  Bielorrusia, territorio habitado por eslavos, que étnicamente apenas se diferencian de los eslavos rusos o ucranianos y muy poco de los polacos, perteneció al Gran Ducado de Lituania hasta el año 1795. A partir de aquel momento empezó a formar parte de Rusia, justamente al final del reinado de la emperatriz Catalina II. Tras la Revolución Bolchevique de 1917 y la formación de la URSS en 1918, se convirtió en una de las repúblicas soviéticas. Más tarde, tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991, por primera vez en su historia, pasó a ser un país independiente.
Desde entonces y hasta 1994, al frente de Bielorrusia estuvo Stanislav Shushkévich, uno de los artífices del acta que acabó con la URSS. El país intentó avanzar en el fortalecimiento de su soberanía y dio pasos para extender el uso de la lengua bielorrusa, una mezcla de polaco, ucraniano y ruso reducida al ámbito rural fundamentalmente. Se crearon también instituciones propias y se dotó al país de sus símbolos nacionales. La bandera era blanca, roja y blanca, como la que estuvo vigente entre 1918 y 1919.
Pero surgió Alexánder Lukashenko, uno de los pocos diputados que en 1991 votó en contra de que el país se desgajara de la URSS. Venía de haber dirigido un «Sovjoz», cooperativa agraria comunista, cerca de la ciudad de Mogiliov, junto a la frontera con Rusia. Ganó popularidad al frente de un comité anticorrupción y, en las presidenciales de 1994, las primeras celebradas en el país, en la segunda vuelta que tuvo lugar el 10 de julio, Lukashenko se alzó con la victoria con el 80,34% frente al 14,17% que obtuvo su rival, Viacheslav Kébich.
Ganó los comicios con un programa que proponía restablecer la Unión Soviética, aunque fuera en parte, entre las repúblicas que estuvieran dispuestas a ello. En una primera fase, se produciría la unión entre Rusia y Bielorrusia. Así que, nada más llegar al poder, Lukashenko anunció que iniciaría conversaciones con Moscú. Fueron muchas las rondas de negociaciones fallidas.
Su homólogo ruso, Borís Yeltsin, al principio, recelaba de los pactos con él, aunque se avanzó mucho en la relación bilateral y al final se avino a fijar el horizonte de una «unión estatal». Ambos firmaron solemnemente en el Kremlin, el 8 de diciembre de 1999, el Tratado de la Unión, cuyo desarrollo definitivo ha estado pendiente y que ahora el presidente Vladimir Putin quiere acelerar.
Reforma constitucional para reforzar los poderes
La obsesión de Lukashenko por la URSS ha sido siempre patológica. Convocó y ganó un referéndum en 1995 para restablecer algo parecido a la vieja bandera de la Bielorrusia soviética, roja y verde, pero con una franja representando el bordado típico nacional en lugar de la hoz y el martillo. En 1996 en otra consulta popular consiguió modificar la Constitución, reforzar sus poderes y acabar con sus adversarios. El Parlamento quedó reducido al papel de mera comparsa. Después, en otro referéndum llevado a cabo en 2004, el dirigente bielorruso consiguió eliminar la limitación de mandatos presidenciales para eternizarse en el poder. El país mantiene además vigente la pena de muerte.
La historia reciente de Bielorrusia ha estado marcada por un acusado aislamiento con respecto a Occidente en medio de una fuerte influencia rusa. Pero, a raíz de su mediación en el conflicto ucraniano, con la firma de los Acuerdos de Minsk, el pequeño país eslavo mejoró sus relaciones con Europa y Estados Unidos. Le fueron levantadas gran parte de las sanciones. Ahora, tras el pucherazo en las presidenciales del 9 de agosto, todo se ha vuelto a estropear. |