 La presidenta de la Cámara de Representantes compareció ayer en el Capitolio para comunicarle formalmente a la ciudadanía de Estados Unidos que, por cuarta vez en la historia, se abre formalmente el proceso de
impeachment
, que precede a la destitución del presidente. El anuncio de Nancy Pelosi, durante el cual acusó a Donald Trump de graves delitos de corrupción y abuso de poder, provocó una furiosa reacción de la Casa Blanca, que denunció que los demócratas vulneran la Constitución. Una de las más cruentas guerras políticas en la historia de Norteamérica ha engullido por completo a Washington, una capital que vive a partir de hoy pendiente del futuro político del presidente Trump.
«El presidente ha cometido un abuso de poder, socavando nuestra seguridad nacional y poniendo en peligro la independencia de nuestras elecciones. Sus acciones desafían la voluntad de nuestros padres fundadores y el juramento que asumió al jurar el cargo de preservar, proteger y defender la Constitución de EE.UU. Tristemente, pero con confianza y humildad, con lealtad a nuestros fundadores y nuestro corazón lleno de amor por EE.UU., hoy le pido a la Cámara que abra los artículos de impeachment», dijo Pelosi. «El presidente no nos ha dejado más remedio que pasar a la acción, porque de nuevo quiere corromper unas elecciones en beneficio propio», añadió después.
Pelosi: «El presidente no nos ha dejado más remedio que pasar a la acción, porque de nuevo quiere corromper unas elecciones en beneficio propio»
Cohecho y obstrucción
El lunes, la comisión de Justicia de la Cámara de Representantes escuchará de los abogados de la comisión de Inteligencia las pruebas que han recabado en los interrogatorios de los pasados dos meses. Después, esa misma comisión de Justicia deberá redactar la acusación formal. Según dejó ver Pelosi ayer, los demócratas consideran al menos dos cargos: cohecho (delito por el cual un funcionario se aprovecha del cargo para pedir favores en beneficio propio) y obstrucción de la justicia. Después la Cámara en pleno votará sobre esos cargos, y de allí el caso pasará al Senado, que celebrará el juicio político. En ese juicio, sólo una mayoría de dos tercios para cada cargo garantizaría la destitución del presidente.
Trump: «¡Esto es un fraude!»
Trump se revolvió ayer. «¡Esto es un fraude! ¡Es una farsa! ¡No es más que una gran farsa!», dijo el presidente a un grupo de medios durante una reunión en la Casa Blanca. Su portavoz, Stephanie Grisham, expresó su confianza en que ahora se produzca un «juicio justo en el Senado», señal de que el presidente ha aceptado ya su suerte y permitirá que sus abogados participen finalmente en este proceso que le puede costar el cargo. «Los demócratas están vulnerando la Constitución con una farsa ilegítima», dijo Grisham. «Son ellos los que abusan de su poder. Son ellos los que se burlan de la ley. Son ellos los que nos llevan directo al precipicio».
Los demócratas, sin embargo, creen que disponen de pruebas suficientes para demostrar que el presidente Trump retuvo ayudas de 400 millones de dólares (370 millones de euros) a Ucrania a cambio de que el Gobierno de este país anunciara una investigación a la familia de Joe Biden por unas viejas sospechas de corrupción. Biden fue vicepresidente entre 2009 y 2017 y ahora lidera las encuestas en las primarias demócratas de cara a las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre de 2020.
Un mal día para la historia
Los republicanos, por su parte, han anunciado que se opondrán en bloque al
impeachment
. De momento, se trata de un brindis al sol, porque los demócratas tienen mayoría suficiente en la Cámara. Será cuando el juicio llegue al Senado cuando los votos de los republicanos serán necesarios para poner fin a este proceso. Aun así, quedan por delante meses de gran tensión política, durante los cuales la capacidad del Capitolio para legislar quedará gravemente mermada, así como el margen de maniobra de Trump para gobernar. Según lamentó ayer el líder de los republicanos en la Cámara, Kevin McCarthy, «el de hoy no es un día del que estar orgullosos, es un mal día para esta nación, un mal día para la historia».
El nerviosismo y la tensión estaban ayer a flor de piel. Un periodista le preguntó a Pelosi si odiaba al presidente. La líder demócrata, que había abandonado el atril desde el que antes había hecho su anuncio, volvió visiblemente irritada. «No jueguen conmigo usando esas palabras. No me acusen a la ligera. Me tomo esto muy en serio. No odio a nadie. Se me educó en la fe católica. No odio a nadie. A diario rezo por el presidente. Así que no juegue conmigo», dijo Pelosi.
Después, Trump acusó a la presidenta de la Camara, segunda en su propia linea de sucesión, de haber padecido «un ataque de nervios» ante la prensa.
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