| Резюме: |  Imprevisible por muy abierta ante la falta de grandes favoritos. Así ha sido la segunda semifinal de Eurovisión, que se ha celebrado este jueves en el Altice Arena de Lisboa. Como era de esperar, pasan a la final del sábado grandes apuestas como la de Noruega o Suecia, y se cuelan con ellos países como Moldavia, Hungría, Ucrania, o Australia. Menos claro lo tenían Serbia, Dinamarca o Eslovenia, pero también disputarán el preciado micrófono de cristal. Fuera quedan dos emblemas de este festival como son Rusia y Rumanía, que por primera vez en su historia no actuarán en una final de Eurovisión.
El noruego
Alexander Rybak lo tenía, en un principio, todo a favor para destacar. El ganador de Eurovisión 2009 trae a Lisboa «That’s how you write a song», sus instrucciones para componer una canción. Su llamativa puesta en escena, en la que interactúa con una guitarra y un piano virtuales para acabar bailando a ritmo de su inseparable violín, tira de su carisma para agradar y gustar (mucho) al público. También estaba de vuelta hoy Waylon, el holandés que representó a su país en 2014 con The Commom Linets. En esta ocasión su «Outlaw in ‘em» buscará superar la segunda plaza que consiguió hace cuatro años, cuando solo Conchita Wurst pudo superarlos.
Otro de los países más destacados de este segundo asalto era Suecia, que tampoco veía esta semifinal como un problema a priori. Benjamin Ingrosso llena de modernidad el escenario al trasladar la estética de su videoclip, «Dance you off», y el público se lo ha agradecido. Por sus venas corre la sangre eurovisiva, y eso se nota. No en vano, su madre intentó representar a su país varias (muchas) ocasiones.
En una gala poco competitiva en general, Moldavia ha apostado por una divertida puesta en escena en el que unos bailarines hacen de dobles de los miembros de DoReDos con un juego de armario incluído en «My lucky day». No podía faltar, un año más, Australia, que desde que empezó a competir en 2015 no se pierde una final. Jessica Mauboy es la encargada de luchar este año por el micrófono de cristal con «We got love». También Melovin, el ucraniano del piano gigante o el heavy metal de Hungría, que llena de fuego (literalmente) el escenario con una propuesta totalmente diferenciada a lo que pisa el escenario lisboeta.
La sorpresa la han dado los serbios Sanja Ilic y Balkanika, que defienden «Nova Deca» y Eslovenia, con una potente «Hvala, ne!» (No, gracias) de Lea Sirk. Ella ha protagonizado el momento más estresante de la gala al «asustar» a la audiencia tras protestar tras un (previsto) corte de la música. Para cerrar la clasificación, los vikingos de Dinamarca, que traen, en sus propias palabras «un mensaje de paz» bajo la estética vikinga (bandera blanca incluída).
Estos diez países cierran el cupo de la gran final de este sábado, a los que se unirán los diez clasificados del martes más los miembros del «Big 5» y el país anfitrión, Portugal.
Eliminación histórica
Este año la debacle ha venido para dos históricos del festival: Rusia y Rumanía. La candidata rusa, que protagonizó la polémica del año pasado tras ser vetada en Ucrania, tenía la oportunidad este año de conquistar el trono de Salvador Sobral. Ni su puesta en escena (una montaña gigante) ni su voz parecen haber convencido al público. Desde que empezaran a participar en 1994 siempre habían pasado este primer corte. También rara era la puesta en escena de Rumanía, del grupo The Humans, que recreaban sobre el escenario la presencia de muchos humanos tras unas caretas blancas. Los rumanos también partipan en Eurovisión desde 1994. |